Hay quienes eligen sus maletas. Quienes meten rayos de sol dentro, sonrisas y abrazos. Hay a quienes se les inundan de lágrimas y se les desbordan y se ven arrastrados por su equipaje. Hay quienes se sienten lastrados por ellas y se dejan arrastrar por la vida.
Yo siento que me impusieron las mías. Baúles pesados llenos de complejos por años de golpes. Fracturas en las muñecas intentando sobrellevar una carga demasiado pesada. Traiciones. Engaños. Mentiras.
Y el intento de seguir sonriendo, a pesar de la lluvia, a pesar del frío, a pesar del peso que se hunde en el barro, a pesar de que el mundo no cambia, y me siguen empujando, y me pisan los pies, y se sientan en mis maletas y las atan a mis pies...
Hay días que me puede el peso y me siento a un lado. Otros, procuro hacerme una casa con ellos para protegerme del frío y el agua. Y otros, los menos, pero los más valiosos, tiro las maletas y camino sola, con las manos abiertas, con el único peso de mis pasos. Porque nadie merece que cargue con sus muertos.
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