Sentir que has vuelto al colegio y que te han puesto la zancadilla para quedarse con tu sitio, con tu amigo, con tu futuro...
Y que lo que más te duela no sea eso...
Verlas ahí, al alcance de la mano, como cucuruchos rotos de nata cubriendo el suelo. Y no poder llegar a ellos, tirar nieve, jugar a que volvemos a ser niños.
Verlas ahí y saber que no puedes, que no debes, que no, no, no y tampoco.
Y pensar que la vida es una sucesión de prohibiciones.