viernes, 19 de junio de 2009

QUINCE EN UN SEGUNDO

Las luces dormidas y ebrias caían sobre la ventana abierta. Y, desde otra, una luz tenue y carmesí lanzaba suaves destellos hacia el edificio de una institución pública. El jolgorio se respiraba en las calles de aquella ciudad violeta de sueños entre sombras de historia y efluvios de un dios antiguo de nariz y mejillas sonrosadas.
Dentro, en una habitación de tonos celestes, un grupo de jóvenes brindaba por la vida mientras unos gastados naipes, sucios y trabajados inundaban la mesa entre las botellas y algunos charcos de alcohol.
En el cuarto contiguo otro pequeño grupo empleaba las horas en emular a grandes músicos de rock frente al televisor.
Sonó el timbre y uno de ellos se levantó. Se produjo el usual intercambio. “¿Quién es?... Ahora te abro”. Pulso el interruptor de la puerta de abajo y dejó entreabierta la de arriba. Al poco, una luz. Pasos. Risas. El portón que se abre. Diez cabezas que guardan silencio y observan curiosas.
Un día más en la vida.

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