Rozar mi cara con la mano y sentir tu olor acercarse y penetrar en mi nariz. Pensar que es mejor no eliminarlo de momento hasta que el aroma de mi propio cansancio se diluya y me abandone.
Pensar en esa casa que ahora debo llenar con mi propio ser, acumular olores, colores, tactos, gustos, sonidos, perfumes, personas, pieles, labios, risas...
Y, de momento, sonreír al recordar que ayer una piel buscó mi piel.
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