Debo compartir -lo siento necesario- el texto que me ha llevado al papel y del papel a la piel del otro.
"Sin ganas.
Me terminé el café, sin ganas, frío ya. Me lo terminé con
un estornudo y un picor irritante en los ojos. Pensé que, a
lo mejor, necesitaba llorar. Pensé como una gilipollas en los
primeros días, los primeros meses, la primera vez que te
di la mano sin darme cuenta, cómo me moría de ganas por
besarte, y ahora ya no quiero nada de eso, y me da una pena
terrible. Ya no me muero por besarte, ni quiero caminar de
la mano como dos tórtolos porque ya no lo somos. Porque
empeñarnos en seguir es fingir lo que ya no queda, y no
quiero ser como ese resto que se da tiempos para echarse de
menos; para extrañar lo que ahora extraño yo, porque aunque
volvamos no será así y lo sé, y lo sabes, porque se va a
hacer insoportable, porque es insostenible, y por mucho que
nos agarremos, la caída va a ser inevitable".
Adriana Bañares Camacho (2011), “La involución cítrica”, Origami.
No hay comentarios:
Publicar un comentario