Verlas ahí, al alcance de la mano, como cucuruchos rotos de nata cubriendo el suelo. Y no poder llegar a ellos, tirar nieve, jugar a que volvemos a ser niños.
Verlas ahí y saber que no puedes, que no debes, que no, no, no y tampoco.
Y pensar que la vida es una sucesión de prohibiciones.
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